En casamientos, fiestas de quince, bailes multitudinarios, salones aristocráticos, conciertos sinfónicos o representaciones operísticas, el vals es irreemplazable. Esta danza nació en el Tirol hace siglos pero se desprendió de su pasado oscuro y, desde finales del siglo XVIII, avanzó irrefrenable hasta convertirse, posiblemente, en el baile más popular del planeta. Los hay rápidos y los hay lentos, puede ser elegante o pomposo, vivaz o doloroso, pero el vals será siempre en 3 por 4 y su cadencia, inevitablemente, invitará a la danza. Con los Strauss comandando el reinado del vals en Europa, la danza también introdujo su compás ternario en el ámbito académico y sería imposible enumerar los compositores que han escrito valses. Con todo, no podemos dejar de recordar los que Chopin escribió para felicidad de los pianistas. Pero claro, más felices que los pianistas han sido los infinitos novios y novias que han sellado su amor bailando el Danubio azul, sin que Johann Strauss hijo haya podido cobrar los royalties que bien merecidos los hubiera tenido.
Johann Strauss (hijo)