En nuestra radio, el locutor anuncia que vamos a escuchar la Misa de Santa Cecilia, Hoboken 22, Nº5 de Haydn. O la Sonata para piano en Re mayor, Hoboken:XVI Nº37. De tanto escuchar el nombre Hoboken asociado a las obras de Haydn, podríamos llegar a pensar que debe ser algo similar a lo que significó Köchel para la creación de Mozart. En general sí pero lo que hizo Anthony van Hoboken fue diferente. Este musicólogo holandés se enfrentó con una obra inconmensurable y, ante la imposibilidad de poder establecer un orden cronológico, optó por organizarla por géneros o grupos. El primero, el que porta el número 1, es el grupo o tomo de las sinfonías. El Nº2 es el de las oberturas y así, sucesivamente, hasta el Nº31, reservado para los arreglos que Haydn hizo de canciones populares galesas y escocesas. Entonces, la Misa de Santa Cecilia, Hoboken XXII, Nº5, significa que en el tomo vigésimo segundo del catálogo de Hoboken, esta misa es la Nº5. O que aquella sonata para piano de la que hablábamos al comienzo es la Nº37 del tomo décimosexto. ¿Complicado? Tal vez un poco. Pero, con este método, Hoboken puso orden a las 104 sinfonías de Haydn, a los 21 tríos de cuerdas, a las decenas de sonatas para piano, a los 126 tríos para baryton, a los ochenta cuartetos y a una creación general que incluye más de un millar de obras. Gloria a Haydn. Y sí, también al trabajo de Anthony van Hoboken.
Joseph Haydn