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Salamancas y caminos presenta: “Romildo Risso, la voz de la güeya, el cantor de los ejes”

Hay voces que consiguen ser el alma del silencio del campo: “Silencio !...qué cosa linda.../ Una nada...y mesmo tanto!.../Parece ser un rispeto/ De que Dios ante po´el campo...”

Voces que alcanzan parecerse a la soledad que calla el antiguo aromo: “Lo miran a la distancia/ árboles y enriedaderas/ Dicéndose con rencor: /Pa uno solo, cuánta tierra”

Voces que logran ser como el silbido del resero: “¿Pa qué preciso palabras!/Nada tengo que decir.../ se piensa mejor silbando/ Las aves piensan ansí”

Voces que se ganaron la eternidad en nuestra música, elevando el cantar de los ejes de su carreta: “Porque no engraso los ejes, / Me llaman: abandonao/ ¡Sí a mi me gusta que suenen!/ ¿Pa qué los quiero engrasao?”

Voces que interpretan la hora del que nadie espera: “Pa qué vi´a picar los güeyes!.../¿Pa qué!...no tengo porque apurarme…¿Pa qué vi´a dir más ligero! …¿Pa qué!...si a mí no me espera naides!...”

Hablamos de voces como la de Romildo Risso, narrador y poeta gauchesco (tardío) uruguayo, su obra fue interpretada por artistas como Alfredo Zitarrosa y Atahualpa Yupanqui, este último dijo de Risso: “era un sabedor, no de la cosa gaucha solamente, sino de la conducta y posición del hombre, frente al infortunio, frente a la contrariedad, frente a la nube o frente a la buena mañana. Un hombre que cuando amanece dice, a la manera paisana: si ésto no es lindo, yo no sé lo que es lindo”

Romildo Risso es un filósofo de la Güeya: “Si es que venimos al mundo/ Con un destino/ Recién al final del viaje/ Se habrá sabido...Pisando pasto/ Se hacen caminos...” Risso, un poeta que urde palabras a golpe de hacha: “Alguno, pensará que nada siente/ Porque en su corazón se mella l´hacha/ Pero, en esa dureza, hay otra cosa! ¡Por algo, tiene flores en las ramas!...”

Romildo confiesa la íntima relación que tiene con la bandera de su alma, el poncho: “Creo que al encontrarnos nos hicimos amigos: y ya salimos juntos./ Sin preguntarme nada - ni rumbo ni destino - a la buena de Dios, / sin hablar nos dijimos: es cancha todo el mundo, para el que nace gaucho” Romildo Risso expresa todo el sentimiento del criollo que matea solo: “Al dejarlo olvidao.../ al chuparlo vacido.../ al morder la bombilla y apretarlo en las manos; en la mirada fija - fija y desparramada - de quien mira pa adentro…”

Romildo , poeta gauchesco tardío, se atreve a recuperar la conversación entre la huella desierta y la carreta vacía: “Y la carreta vacida,/ Por gusto de qué la sientan,/ Va pisando algunas hojas,/ Quebrando ramitas secas.../ Se asusta el camino y juye.../ Y por el rastro que deja,/ Muy calmosa, lo persigue, / La carreta…”

Risso fue de alguna manera el poeta gauchesco de los árboles, no sólo por el conocimientos que poseía sobre éstos, sino porque interpretaba sus partes humanas: “Porque vido en los árboles grandotes: cuanti más grandes, la expresión más güena; cuanti más juertes, el mirar más franco - ese mirar que lo interior lo muestra - y el ademán tranquilo/ del que más hondo su raíz entierra, y que al pecharlo el viento - de mientras que le cruje la madera - suavecito se inclina; aguanta los tirones, se endereza, / y al miralo parece que ni sufre.../porque no se le ve lo que le cuesta!”

Así, Romildo Risso urde la biografía humana de un solitario aromo: “Hay un Aromo nacido/ En la grieta de una piedra;/ Figura que la rompió/ Pa salir de adentro de ella!” Risso celebra el crecimiento del ñandubay: “Repriesenta crecer con sacrificio:/ Despacio, muy despacio: /Como si el cielo le pesara encima/ Y tuviese que dirlo rempujando” Romildo le canta, con humor, al ceibo: “Cuasi no tiene ni figura de árbol! / Presume a lo mujer y es puro adorno;/ Pa ser menos varón, usa alfileres!/ Tiene hasta el nombre, flojo!” Risso denuncia el idilio entre el álamo y el cielo:“A la cuenta pretende ser gigante/ Y de tanto estirarse, ni echa ramas!/ Ha de soñarse que clavó en el cielo/ Esa puntita que se duebla e´blanda!...” El poeta uruguayo retrata el desasosiego del árbol: “Se le afirmó a la vida, con coraje: / Bien clavao, en el suelo! / Habrán de darle risa, los tirones/ Y el jurioso bramar de los Pamperos...!” Hasta se anima a pensar al hachero como una especie de asesino: “Cosas del mundo...Le sucede a un hombre/ Que le suebra poder, guapeza y maña,/ Abrirla un tajo, el infeliz más flojo,/ Que sólo en picardía lo aventaja!”

Risso levanta una elegía para el árbol que, digno, muere de pie: “Ahí lo tiene...Queriendo echar brotitos, / y le salen tan flojos los renuevos,/ que se le arrugan al tocar el aire.../ se dueblan y en lugar de dir creciendo, / al rato de nacer, están marchitos/ y sin haber vivido, ya están secos...”Romildo Risso se atreve a interpretar lo que el árbol está a punto de decir: “Si nos confunde la idea; / si la vista nos enengaña,/ mejor que mejores ojos; / mejor que idea más clara, / prefiero las que yo tengo/ pa ver ande no haiga nada;/ y la zoncera e pensar/ que hasta los árboles hablan”

Uno de los aspectos más interesantes de la poesía de Romildo Risso es cuando deja de ser paisajista y se transforma en humanista, en una Poesía que interpreta el otro misterio de la unión, hombre y paisaje:“Y qué noche quieta! Un silencio e´grande,/ como si yo solo me hallara viviendo; / como, si en el mundo, de estar tan vacido/ No hubiera ni viento!...”

Risso halla en el perro de campo una sabiduría superior a la del hombre:“Se engañarán los hombres con los hombres/ Cuando en silencio la verdá se encierra;/ Cuando las vistas el encuentro esquivan; / Cuando el semblante, el sentimiento niega./ Pero el güen perro no confunde nunca,/ Por más que el hombre su sentir escuenda / Y parece que sabe, hasta los sueños/ Que un rastro´e sombras, ocasiones dejan…” Romildo Risso encuentra en su caballo la nobleza perdida del humano: “Diba cansao mi caballo,/ se le veia en las orejas;/ tristón, de pescuezo largo, / chupao que me daba pena!.../ Diba por aquel peligro, / obligao por mi imprudencia,/ sufriendo se´de martirio/ y, de juro, con la idea/ de cuidarme a mi la vida/ como si tanto valiera”

Como el Quijote confunde los molinos de vientos con gigantes, Risso ve en su viejo rancho un pájaro herido: “Rancho mío: me lo ha de vencer el tiempo;/ Lo tiene cuasi rendido;/ Se duebla...se está cayendo.../ Asegún como se inclina,/ Cuando se apoye en el pasto,/ Será, una torcaza herida, / Que lleva una alita en alto!...”

Romildo Risso, un poeta de la antigua huella, un cantor que ilumina la palabra venidera: “Maestros: los que luces tienen/ Y en vez de inútil brillar,/ Es su destino, alumbrar/ El camino a los que vienen”

De alguna manera la poesía de Risso es elegíaca, ya que lamenta la pérdida del universo del gaucho “La vida es ansina: nos lleva boyando;/ A unos por la orilla, despacio, serenos,/ Hasta que se quedan en algún remanso/ Pa pudrirse quietos” Risso lamenta la pérdida del carrero: “¡Qué me importa que haiga lluvia,/ Que haiga helada, piedra y viento! / Esas cosas ...no se sienten.../ Por adentro…¡Va a comparar otra vida/ Con la vida de carrero!”

La Poesía de Romildo Risso también destaca la fuerza frágil del paisano, la ruda sensibilidad del criollo: “Otros, van po´el medio, ande juerte corre,/ Ande no hay descanso, ande no hay sosiego; / Ande el que es más blando, se ruempe a los golpes/ Y aguanta el que es güeno.../ No hay güelta que darle...Como correntada.../ la hondura...la orilla...las ramas...los ceibos/ Pa unos, floja y suave; pa otros juerte y brava.../La vida es lo mesmo” Risso nos enseña que pese a su rusticidad, el alma del gaucho ha sido hecha como el pampero, canta pese a la soledad:“También es negra la tierra/ Y verde salen los pastos./ Mientras la raíz padece/ Canta en sus flores el árbol”

La obra de Romildo Risso se consagra al Camino: “Malaya hubiera un camino/ Que nunca y nunca bajase/ Como pa' medir la vida/ Que me queda por delante” La obra de Romildo Risso está hecha para el que sabe que toda su riqueza la lleva consigo: “¡Cómo ha de andar apurao/ Quien tuito lleva consigo!/ Juera que juese otro tiempo/ ¡Habría de ser muy distinto!”