El artista, docente y defensor de los derechos humanos y la paz, Adolfo Pérez Esquivel, consideró necesario rebelarse para "liberar la palabra" y gestar una ciudadanía crítica, como camino hacia la transformación social en el contexto de una economía "perversa".
"Los derechos humanos como los concebimos no tienen que ver con paliar el dolor únicamente del que sufre, sino que tratan de sentar las bases de una transformación social, cultural y política. Es cambiar este mecanismo perverso, por ejemplo, de la economía. La economía es perversa, lo que está pasando con la inflación todos los días, el aumento de las cosas, eso es artificial, es especulación financiera, no es una economía sana", afirmó.
"Pero nosotros sufrimos las consecuencias de esto. La deuda externa, ¿por qué tenemos que pagar aquello que nunca llegó a los pueblos? - pregunta-, entonces si no hay políticas claras ¿cómo puede ser que en Argentina empresas extranjeras como Benetton tengan un millón de hectáreas en la Patagonia y le quiten la tierra a los mapuches? ¿Cuál es el derecho de los pueblos originarios? ¿Cuál es el derecho de las grandes empresas? ¿Cómo cambiamos esto?", cuestiona al considerar que con este panorama "la violación de los derechos humanos como derecho de los pueblos es permanente".
¿Cómo se puede cambiar? "Eso requiere de políticas, políticas sociales, pero se necesita de políticos con otra mentalidad", dice. Y ante la pregunta de cómo se hace desde el arte y la escritura, responde: "tratamos de que esto llegue, no solo a la mente sino al corazón de la gente, y lo otro que para mí es fundamental es la enseñanza, es generar conciencia crítica. Una educación liberadora, no una educación castradora sometida a un sistema perverso, que los estudiantes tengan conciencia crítica y valores porque ahí está la semilla de la transformación", resumió.
Al inaugurar su muestra de arte en la localidad bonaerense de Béccar, recordó la frase de Jorge Luis Borges "no nos une el amor sino el espanto", como síntesis de una unión para oponerse a algo, con lo cual "no tenemos la capacidad de transformación social política y cultural, por eso para mí la cultura tiene que ser liberadora".
Como ejemplo recordó el caso del periodista australiano Julian Assange. "Lo conocí en la embajada de Ecuador en Londres. Luchó por la libertad de expresión, la libertad de prensa. Hoy sufre y lo van a extraditar a Estados Unidos, le van a dar una condena de 175 años, es una condena a muerte. Julián tiene a su mujer y dos hijos pequeños. A Estados Unidos no le interesa (esto), quiere disciplinar a los periodistas". Y se pregunta: "¿Ahora, qué hacemos? ¿Nos sometemos o nos rebelamos?", y trajo a la memoria el libro póstumo de Osvaldo Bayer, "La rebelión de la palabra" compilado por la periodista Mariana Dufour.
"Si la palabra no es liberadora terminamos esclavos", afirmó y consideró que la palabra de Bayer "era transformadora".
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