El Presidente Javier Milei cambió la contradicción principal o “la grieta” de su gestión.
La vieja grieta se agotó. La Coalición Cívica se fue de Juntos por el Cambio, rompió con la alianza por principios morales y éticos. Así lo dice su líder, Elisa Carrió, y no hay por qué no creerle. La libertad avanza “cooptó” (creo que esta es la palabra) con cargos a los principales candidatos y dirigentes de Juntos. Patricia Bullrich, Luis Petri, Luis Caputo, otros.
Mauricio Macri, por su parte, realiza el movimiento inverso: intenta cooptar al Presidente para ponerlo al servicio de sus intereses personales de poder. Macri, recuerdo, es quien advierte sobre enfrentamientos callejeros entre “los jóvenes revolucionarios” (que son los suyos) y los Orcos, como define a los pobres que participan de movimientos sociales. La gravedad de esta advertencia hace que un día nos dediquemos exclusivamente a esto que es casi una amenaza de represión parapolicial.
La grieta que empezó a nacer en el 2008, con la llamada “crisis del campo”, se agotó. La oposición “kirchnerismo-antikirchnerismo” hoy dice entre poco y nada.
Javier Milei, cuando era candidato, propuso una nueva grieta. Dijo que era “la casta” versus “los argentinos de bien” y que el ajuste recaería sobre la casta y no sobre la gente común. Pero asumió la presidencia y la cambió. Ya como Presidente dijo que la división es el Estado por un lado, y el sector privado sobre el otro, y que todo el peso del ajuste recaerá en el Estado.
En su discurso de asunción afirmó que la solución a la crisis implicará un “ajuste fiscal” muy duro y que, a diferencia del pasado, el peso de la crisis “caerá casi totalmente sobre el Estado”.
Sus seguidores aplaudían, vivaban en la plaza definiciones de este tipo. Es muy probable que ellos compartan el lugar común que dice “el Estado somos todos”. Es dicho por algún periodista cuando se conoce un gasto social o un gasto estatal en general. El comentario editorial, mirando con rostro severo a cámara, si es en televisión, dice así: “a eso lo pagamos todos con los impuestos; lo pagamos con la nuestra porque el Estado somos todos”.
No es así. Como todos los lugares comunes que produce el pensamiento hegemónico de esta sociedad es erróneo, es falso. El Estado no es una caja que se alimenta de impuestos y nada más. Es algo mucho más complejo. Pero ahora le demos la razón. Si “el Estado somos todos” y el ajuste brutal recaerá exclusivamente sobre el Estado, el silogismo tiene una conclusión clara: el ajuste nos afectará a todos.
Y esto sí no está lejos de la verdad, aunque hay que acotar el “todos”. El ajuste afectará a todos quienes necesiten de servicios públicos. Porque decimos Estado y decimos Educación, Salud. Seguridad. La tan valorada seguridad. La tan correctamente valorada seguridad Y para tener educación pública de calidad, salud pública, seguridad eficaz y eficiente, son necesarios buenos salarios para médicos, docentes y policías. Y para que funcionen correctamente, para que todo esto funcione, es necesaria una burocracia estatal. Burocracia, con todo lo mal que suena esta palabra. O con todo el desprestigio que tiene, resultado del desempeño y conducta de aquella empleada pública de Gasalla que existía y existe en la realidad.
Pero sin gente, sin empleados, empleadas que llenen planillas, antes a birome ahora en computadoras, el Estado, “que somos todos” no funciona. Y por lo tanto no funciona la salud, la educación ni la seguridad. Y por lo tanto, si aplicás un ajuste muy duro en el Estado, te vas a quedar sin parte de este personal que es impresindible para garantizar el funcionamiento de lo que efectivamente es de todos o de la mayoría.
Esto no quiere discutir lo dicho ayer por el vocero presidencial Manuel Adorni. Lo que dije fue pensando en quienes dicen “el Estado somos todos” y aplauden un ajuste brutal sobre el Estado, este decir, en esta lógica, sobre todos.
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