El nombre Robin Hood viene a nuestra memoria frecuentemente. Nos recuerda a las revistas de aventuras SEA del siglo pasado. Vamos a estimular la mente: Robin Hood era un inglés medieval "de gran corazón" (mostraban la historietas) que vivía al margen de la ley. Robaba a los ricos para repartir entre los pobres.
Nosotros, en el surmendocino también tuvimos un Robin Hood. León Gieco dedicó gran parte de su canción Bandidos Rurales (2001) a las andanzas de Juan Bautista Bairoletto, santafesino de nacimiento, alvearense por adopción.
El espíritu robinhoodesco también invadió a políticos. Ernesto Guevara se pareció a los citados en la generosidad para compensar alojamiento, ocultamiento, alimento e información. Solo en eso porque, por lo demás, el Che fue un idealista o, como se lo califica, un guerrillero romántico. Aplicando igual pensamiento, los anteriores fueron delincuentes románticos. ¿Que como es esto? Gente a la que se le permite gozar de Privilegios (condenados por las leyes) que otros no tienen.
En tiempos contemporáneos, nuestra Argentina ha asistido a la aparición de toda una Virtuosa camada de Robin Hood. Han crecido en cantidad y Calidad. Han perfeccionado los robos para sí (fundamentalmente para sí) y para pagar adhesión incondicional. “Robaba al país pero la gente pobre tenía para comer; hoy en día no tenemos; tenemos que laburar día a día para poder tener”, se viralizó un par de meses atrás.
Si fuese el pensamiento de algunos pocos no pasaría de lo anecdótico. Pero se ha generalizado hasta convertirse en... ¿una tragedia?
Pan y circo. Como hace seis siglos cuando el Imperio Romano entregaba gratuitamente trigo y entradas para los juegos circenses manteniendo a la gente distraída de la política.
Perversa estrategia del Populismo centrada en usar programas de bienestar público y espectáculos para desviar la atención de la ciudadanía que apoya por patrocinio y no por políticas públicas eficaces. Y que hasta pisotea sus valores, su esencia, aprobando ilícitos que la convierten en cómplice de la inmoralidad.
Y si. Es una verdadera tragedia.
Por Roberto A. Bravo