Sabemos perfectamente qué es una marcha, un vals, una fantasía o un trío. Pero hay títulos de piezas musicales cuyo significado bordea lo misterioso si no lo francamente incomprensible. Dentro de éstos, habría que traer a colación a las berceuses, únicamente evidentes para los que dominan el francés. Sin embargo, si lo tradujéramos, quedaría todo mucho más claro. Una berceuse es una canción de cuna. Pero, en el campo de la música académica, a diferencia de lo que ocurre en la vida cotidiana, existen las canciones de cuna puramente instrumentales. La primera de ellas, por su grado de relevancia fue la Berceuse, op.57, de Frédéric Chopin, de 1844. Como corresponde a una canción de cuna, en esta obra priman la reiteración de motivos breves, una rítmica acompasada y melodías acotadas y repetitivas. Claro, lo que se busca es que sea una música que adormezca. Ahora, contrario a sus objetivos, frente a la berceuse de Chopin, lo que nunca habría que hacer, precisamente, es dormirse.