No hay certezas sobre el origen del minué pero, como una infinidad de danzas que surgieron hacia 1600, debe haber sido un baile rural, con sus pautas rítmicas y métricas y una coreografía precisa. De a poco, fue perdiendo sus componentes populares y, vestido de danza estilizada, se instaló dentro de la suite barroca. Cuando el barroco se vio desplazado por el clasicismo, hacia 1750, la única danza de aquel período que habría de sobrevivir fue, precisamente, el minué. Su nuevo lugar fue dentro de las sinfonías clásicas y, dentro del nuevo género orquestal, se asentó como tercer movimiento de cuanta sinfonía se escribió entre 1760 y 1810. Curiosamente, como danza para ser bailada, el minué sobrevivió en los salones coloniales de América Latina. Los primeros compositores argentinos, por ejemplo, escribieron sus minués. Y algunos le colocaron una insignia punzó y lo transformaron en un muy vernáculo e irrepetible minué federal.
Franz Schubert