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por Marina Kétlerova
Pasaron casi veinte años desde que Ferran Güell llegó a Rusia por primera vez cuando aún era un estudiante de traducción e interpretación en Barcelona. Luego, al volver a casa sintió que "le faltaba algo". Sabía que volvería "tarde o temprano". Así, en 2004 comenzó a trabajar como profesor de catalán en la Universidad Estatal Lomonósov de Moscú.
"Cuando fuí por primera vez para estudiar hubo una especie de flechazo con Moscú", rememora Ferran.
En aquella época las condiciones de vida en la capital rusa no eran nada fáciles —y en las provincias aún menos— pero "yo no lo veía como obstáculos […] Yo volvía del metro, del mercado a la residencia con mis cinco bolsas de compras, y el agua y todo, en medio de la nieve. Yo pensaba: '¡Que guay!'"
Ferran lleva unos once años en la capital rusa y reconoce que hay una diferencia "abismal" entre la Moscú de hoy, donde "está todo muy urbanizado", y la Moscú post-soviética de inicios del siglo XXI. Al hablar de la ciudad la compara con una muñeca rusa —como lo hace en el libro 'Autobiografía de Moscú' su autora Tatiana Pigariova— dentro de la cual "una ciudad envuelve a otra". Confiesa que lo que más le gusta es pasear por Moscú a pesar de las largas distancias.
"Quizás, mucha gente no asocia Moscú con los paseos pero yo recuerdo haberme dado grandes paseos", comenta entre risas. Tampoco le desilusiona el clima: desde pequeño siempre le había fascinado la nieve, algo que para él es "un factor añadido positivo" en la imagen del país.
Ya que el horario de trabajo se lo permite, Ferran aprovecha cada posibilidad para viajar. Es así que en los últimos cinco años ha visitado desde Salejard —distrito autónomo de Yamalo-Nénets en el norte del país— hasta Derbent en Daguestán a orillas del Caspio, pasando por Tatarstán, Udmurtia, la República de Mari-El, Chuvasia, todas las repúblicas del Volga. Un recorrido que provocaría envidia a cualquier ruso.
Sobre todo prefiere viajar en tren, algo que también aconseja hacer a los turistas.
"Me gusta viajar y el tren tiene algo romántico y antiguo que no tienen para nada los autobuses y los aviones. Y Rusia, creo, para los amantes de los trenes posiblemente es el mejor país del mundo", dice.
Aunque podría escribir su propia guía para este enorme país, al que ya conoce mejor que muchos de sus ciudadanos, no sabe qué nuevo destino le espera a la vuelta de la esquina.
En primer lugar, porque a Rusia "no te la acabas [de recorrer], ni en una vida, ni en dos" y en segundo lugar, como manifiesta Ferran, "vivir en el extranjero siempre es como una pequeña aventura".
Etiquetas: catalán, Vivir en Rusia