Son extrovertidos. Tienen una inteligencia “extraña”. Son carismáticos. Explosivos. Les encanta remar contra la corriente. El sacrificio está a flor de piel. Hacen dos cosas totalmente diferentes, pero tienen muchas coincidencias. Hablan el mismo idioma, y no por que ambos hablen en español. Son hipercompetitivos y eso los hace especiales.
A Diego Pablo Simeone y a Rafael Nadal los quiero siempre en mi equipo. Sin dudas.
Y algún fana del fútbol dirá. Pero como Simeone si está la estirpe ganadora de “Pep” Giardiola o la excelencia (que tuvo dentro de la cancha y ahora como entrenador) de Zinedine Zidane.
Y el amante del tenis dirá que estoy loco en elegir a Nadal sobre la historia, los títulos y la elegancia de Roger Federer o la perfección de Novak Djokovic.
Pero El “Cholo” y “Rafa” son dos “animales competitivos” como pocos.
Simeone se reinventa a cada momento. Sabe armar con inteligencia, y menos presupuesto, que el resto un plantel al que le saca más de lo que podría sacarle otro entrenador. Nunca baja los brazos. Es obstinado. Perfeccionista… vaya casualidad, como Nadal.
Y cuando en un momento del campeonato se le habían evaporado los (muchos) puntos que le llevaba de diferencia al Real Madrid y al Barcelona, y muchos auguraban que perdía el título. Justo en ese momento. Sin margen para el error. No se equivocó.
Agrandó a más no poder a Angel Correa. Lo “infló” a Luis Suárez y seguro que al oído, el “Cholo”, le susurraba “demostrale a los catalanes que te dejaron ir que se equivocaron”. Y a Oblak le dijo que era Fillol, Yashin, Zoff y Maier juntos. Y se lo creyó, claro…
El español basa su éxito en el sacrificio. Al de Mallorca la naturaleza le dio menos que a Federe
r y Djokovic para jugar al tenis. Nadal tiene una inteligencia suprema.
Sabe como jugar cada momento del partido. Sabe como afrontar un 15-30, o como jugar un break point sobre el lado que menos le conviene recibir. O como cerrar un game que “lo sufre”. Y si hay que jugar cuatro metros detrás de la linea de base. O cuando hay que entrar.
Eso iguala, a mi entender, a Simeone y a Nadal. Dos máquinas competitivas impresionantes. Uno, el argentino, el fin de semana ganó su octavo título como entrenador del Atlético Madrid “desafiando”, siempre, a los dos gigantes. El otro, Nadal, el lunes, va por su Roland Garros número 14. Y si no lo logra, les garantizo, que en el 2022 irá con más hidalguía y fuerza a buscarlo.
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