Un estudio efectuado por geólogos de la UBA da cuenta de la posibilidad de un desmoronamiento repentino, que podría generar una catástrofe.
En la provincia de Neuquén, dentro del Parque Nacional Nahuel Huapi, se encuentra Villa Traful, al borde del lago del mismo nombre, con una población de no más de 400 habitantes. Una de las atracciones del lugar es la vista del bosque sumergido, un segmento de la pared montañosa que comenzó a desplazarse hacia el fondo del lago hace unos ochenta años. Pero ahora, según advierten los geólogos que vienen estudiando el área, podría producirse un desmoronamiento de esa pared con alto riesgo de que se produzca un tsunami.
“El bosque sumergido es parte de un deslizamiento amplio del borde de la ladera del cerro, que está hundiéndose en el lago en forma acelerada, según el monitoreo que hemos realizado a lo largo de los últimos ocho años”, afirma Andrés Folguera, investigador en el Departamento de Ciencias Geológicas de Exactas UBA. Y destaca: “Si se desmorona, se podría generar un tsunami, y los tsunamis en lagos pueden generar olas de decenas de metros de altura”.
El bloque de roca en cuestión mide unos tres kilómetros de ancho y diez de largo y, según los cálculos realizados, se está desplazando a unos 36 centímetros anuales, un movimiento muy rápido que da cuenta de la magnitud del proceso.
“En años recientes, los pobladores de Traful observaron cambios en el frente del bosque sumergido, como ciertos desplazamientos de roca hacia el lago. Para verificar esos movimientos, realizamos tres viajes al terreno: el primero en 1995, luego en 2010 y 2017”, relata Federico Carballo, becario doctoral en Exactas UBA bajo la dirección de Folguera, y primer autor del trabajo que se publica en Journal of South American Earth Sciences.
En esos viajes, el investigador realizó observaciones y, a partir de conversaciones con los pobladores, pudo identificar los cambios producidos en los últimos años. Carballo señala que, en un período de 22 años, los árboles se hundieron unos ocho metros. Hay árboles que medían quince metros y están totalmente debajo del agua.
Los tsunamis de lagos son muy comunes, según señala Folguera, y, cuanto más profundo sea el lago, más grande es la ola que se genera, por ello estos tsunamis son más grandes que los oceánicos; el Traful tiene unos 300 metros de profundidad.
Los investigadores realizaron cálculos empíricos para evaluar el riesgo de un potencial tsunami que, si se produjera, llegaría a la costa sur del lago y arrasaría la población.
Los lagos del sur fueron esculpidos por los glaciares hace miles de años. En particular, el Traful se ubica en un valle de fractura, que es una zona de debilidad, susceptible a que se produzca una desestabilización.
Las fracturas se producen debido a que la cordillera no se eleva en forma homogénea, sino que algunos sectores se levantan más que otros. El valle del Traful es una fractura lateral que separa dos áreas con diferente altura: la parte sur es un poco más baja que la norte. En esa fractura se introdujo el glaciar, y el lago, heredero del glaciar, se encuentra justo en el lugar donde la cordillera se está desplomando parcialmente.
Atenuar el impacto
¿Qué se puede hacer para atenuar las consecuencias de un potencial tsunami? “El impacto se puede minimizar si se destinan recursos”, destaca Folguera.
Según el investigador, en caso de que el proceso se acelere, habría que hacer un plan de evacuación masiva para salvar vidas humanas. Asimismo, debería haber cierto plan de infraestructura y urbanización de la zona teniendo en cuenta el riesgo potencial. El efecto del tsunami podría llegar hasta los cien metros de altura, pero más allá de ese nivel, la población puede expandirse hasta los 500 metros de altura sobre las laderas de las montañas.
“Sobre la base de las observaciones, no se puede descartar que se produzca una desestabilización repentina y un proceso catastrófico”, señalan los autores en el artículo. Y agregan: “Los antecedentes de actividad sísmica en el área podrían disparar la aceleración de este proceso”. De hecho, la región coincide con el área de dos grandes terremotos producidos en los Andes, el de Valdivia, en 1960, y el del Maule, en 2010.
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