Mirando desde este punto del calendario en que el año se termina, quizá lo primero que se nos presente como balance sea la reciente alegría de haber celebrado ganar la Copa del Mundo. Tres veces campeón. Tres estrellas.
En medio de una crisis económica y política muy profunda, nuestro pueblo supo festejar y sufrir junto a la Scaloneta. Esta selección nos enseñó, en especial, sobre lo que significa laburar en equipo, luchar en los momentos más difíciles, seguir adelante a pesar de los ataques que estigmatizan, más allá de la competencia en sí. Nos enseñó también que, por encima de la competencia, puede prevalecer en lo colectivo la amistad, la alegría y la ternura. Nos enseñó el valor de la pasión para enfrentar todos los desafíos.
La memoria de los pibes de Malvinas estuvo presente. Sentimos el abrazo de pueblos hermanos. Los festejos anti imperialistas de Bangladesh y la India nos emocionaron y nos sorprendieron. Hubo diálogo generacional, ¡qué bueno! Se les cantó a las Abuelas, la la la lá. Las niñas, niños y niñes se ilusionaron, disfrutaron y pudieron soñar con mayores certezas con ser ellas, ellos, elles, alguna vez también campeones.
Con esta efímera alegría seguimos en la lucha, con más fuerza. Porque, también sabemos, la alegría fortalece las resistencias.
Y digo efímera, porque al rato volvimos a poner los pies en el mundo real, pero nadie nos quita lo bailado. Un baile de millones. Sabiendo que nos quedan millones de bailes.
Podcast: Bajar
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