rusia 2018 - por carlos ares Moscú

Cuaderno de Bitácora - Día 3

Rusia, 2018.
Día 3

Acabo de probar un vodka ucraniano dulce de color bordó con sabor a guinda que el vasco Urtasun, operador técnico de la radio , se sirvió de una botella que había comprado su compañero de habitación, un iluminador del equipo de la TV Pública. Se aprovechó de la ausencia del pibe para servirse de esa botella y otras. Antes de que se le comenzará a trabar la lengua dijo algo así como que necesitaba relajarse, resetearse o rajarse. Es lo que entendí.

Lo cierto es que él famoso vodka tan recomendado, que cuesta 150 pesos argentinos en el mercadito gourmet al lado del hotel y se ofrece por 2.500 en mercado libre, me recordó a un guindado con el que se daba todas las tardes mi tía Matilde. Botella que encanutaba en el cajón de sus corpiños para ocultarla de mi tío Lucio, que a su vez le escondía la de coñac en el fondo de un cajón de herramientas. Los escuché acusarse mutuamente de borrachos y discutir por eso cinco minutos antes de abrazarse, besarse y amarse locamente sin que les importara mi presencia, ni antes ni después. Toda la familia era así de apasionada y divertida.

A propósito de mercaditos. Acá no hay chinos. No se puede ir al chino de la vuelta ni al de enfrente. Todo bien con los rusos, pero a poco de observar se me están revelando temas delicados y oscuros. No hay edulcorante en los bares, ni siquiera en Starbucks y no hay chinos. Es decir, chinos, coreanos, japoneses, hay muchos como turistas, pero estoy sufriendo el síndrome de abstinencia de mercaditos chinos. Si están en todo el mundo y hasta tienen barrios propios, porque acá no, eh?
¿Acaso tenemos un temita con los chinos, Putin ?

Estos son datos iniciales de una profunda investigación periodística. Tarea extra que hago solo para el cuaderno, robando horas al descanso.
Momento, me acabo de dar cuenta que tampoco hay periodismo de investigación. Ni periodistas de investigación a la vista. Es decir, vivos. Me pregunto porqué y me detengo aquí para investigar las razones. Ya vuelvo.
Listo.

Puedo vivir un mes sin edulcorante, sin el chino de la vuelta y sin hacer tantas preguntas. Al parecer, acá se usa mucho envenenar enemigos, opositores y tipos como yo que andan distraídos por la vida, pensando giladas.
En cuanto a ese vodka de gusto raro, espero que no sea parte de una estrategia en el conflicto entre ucranianos y rusos. Sí observan que en algún momento las líneas del texto se desbarrancan hasta el balbuceo, llamen al Same de Moscú. Antes, bajen la aplicación Google traductor del español al ruso y viceversa. Aquí es un instrumento imprescindible para hacerles saber que querés y qué te pasa. Sin eso, sin que te entiendan a tiempo, date por muerto.
Bien. Mientras dure, sigo.

Hoy tomé un apunte que transcribo ahora al cuaderno para dejar constancia de que alguna vez lo hablamos. Es la consecuencia de rumiar durante estos días, y de remorder y volver a rumiar como vaca que mira algo que está ahí: la extraordinaria cantidad de guita que se pone y ronda por aquí. ¿Para qué Putin ?¿Por qué Putin? ¿Para quién Putin?
Perdón Putin. Son preguntas solo de forma. Es por un tema estético. Queda mejor dirigirlas a alguien, aunque en este caso sean retóricas.
Aquí van algunas de las ideas que muerdo y mastico para tratar de saber a qué saben.
1) Este será el mundial que, como aquel espía de la novela de John Le Carre , viene del frío y va hacia el frío. El calor de lo que fue Brasil no creo que vuelva a sentirse en las calles de las sedes rusas o en las de Qatar dentro de cuatro años. No se dejen engañar por las imágenes que les transmitirá la televisión. Una supuesta alegría que ya está programada en lugares determinados.

2) Creo que con este Mundial el fútbol se convierte definitivamente en un gran espectáculo multimedia y se aleja de la gente y de lo que alguna vez fue, un juego popular que nos pertenecía.

3) Ya no nos necesita más que para saludar a cámara, decorar las tribunas, hacer la ola, saltar como resortes en la fan fest, consumir camisetas, cervezas, salchichas, pagar mucho por poco o nada de verdadero riesgo, intensidad y audacia, sacarnos selfies con fondos de cartón, subirnos a un tour para tomar fotos y enviarlas, pasar sin saber, mirar sin ver y durante los doce o veinticuatro meses siguientes cumplir con las cuotas comprometidas en la tarjeta, o mantener el abono del cable.

4) Aquel fútbol que era un espectáculo compartido, un toque de primera, de ida y vuelta entre los jugadores y la popular, que en el momento indicado respondía y alentaba con un " oleeee" el malabar que se ofrecía a la tribuna, es ahora sólo un “gran evento” sin más, como otro cualquiera.

El juego sigue ahí, claro. El negocio se abre y se mantiene con las luces a pleno. Salen los equipos, se tocan los himnos, hay palabrerío, polémicas, periodistas, debates, griterío, tensión y emoción en la previa. Todo lo que esperan allá y los pocos que han podido pagar el alto precio del pasaje, del hotel, de la entrada.
Pero hablo de otra cosa.
Del submundo mega millonario que controla una élite de dirigentes de clubes con poder en cada federación. De sobreprecios, inversiones injustificadas y gastos que un dia saltaran a los tribunales como paso en la era de Grondona y Blatter. Un derrame de coimas y sobornos que llega hasta los “barras “, el escudo protector y protegido de las mafias.

Perdón por esta parrafada sentimental y melancólica. No era mi intención.
Será el vodka ese, pero la cuestión es que el asunto me duele como si viviera en fuerte Apache y viera irse a Carlitos Tevez del barrio. A la pulguita Messi alejarse del barrio Las Heras de Rosario y así con los demás, el Kun, Mascherano y tantos otros. Uno sabe que se "salvan" ,que es lo mejor para ellos, pero también que el fútbol en el que nos criamos, el que era nuestro, uno en el que jugábamos todos, ese se va con ellos.
Hablo de otra cosa porque es el fútbol en realidad el que nos sabe como sociedad , nos cuenta, nos dice y está hablando de otra cosa.
Ustedes me entienden. Por suerte.