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Hace cien años terminaba el zarismo en Rusia. Nicolás II, el sanguinario, era depuesto tras 23 años de reinado tiránico. El zar y su esposa Alejandra dejaron los atributos de gobierno pero seguían gozando de los oropeles de la nobleza y de las fortunas de sus familias. Los temblores de marzo del 17 eran el prólogo de uno de los acontecimientos más fuertes del siglo XX: la Revolución de Octubre, encabezada por Vladimir Lenin, líder de los bolcheviques. El zar Nicolás II tenía una estrecha relación con Guillermo II, emperador de Alemania, primo de la zarina Alejandra, a su vez también nacida en Alemania. La cercanía entre los mandamases de Rusia y Alemania entró en colisión en 1914 al estallar la Primera Guerra Mundial. Alemania, aliada al Imperio Austro-Húngaro y Rusia, del bando de Gran Bretaña y Francia.
Lo que siguió a la caída del régimen zarista fue y es objeto de estudios diversos. La paz por separado entre Rusia y Alemania firmada por los bolcheviques y el Kaiser Guillermo dio paso al proceso de sovietización que duró hasta 1991, cuando el capitalismo se reimplantó con la misma velocidad con la que cayó el zarismo. La historia mostró que el estalinismo se adueñó de aquel sistema surgido de una revolución popular y que la crueldad de Joseph Stalin entró en la galería de criminales de la humanidad, comparable al propio zar Nicolás II y a Adolf Hitler.
Eduardo Anguita se pregunta esta semana en Pasado Presente: "¿qué aprendimos de los sucesos de hace 100 años?". Aunque lo que haya seguido a la Revolución de Octubre y la Primera Guerra Mundial haya sido incluso más sanguinario, "la condición humana suele sorprender a los más pesimistas y las sociedades no se dan por vencidas".
Etiquetas: Eduardo Anguita, Primera Guerra Mundial, Revolución rusa, Rusia, Unión Soviética