Un día el hombre primitivo se dio cuenta que, con un elemento punzante (por caso un hueso), podía defenderse de los feroces y constantes ataques de animales. Por lógica fue imitado y las generaciones que vinieron transformaron el elemento de defensa en armas y con ellas nacieron las guerras; las invenciones las fomentaron.
Los avances tecnológicos se evidenciaron en cada guerra mundial, hasta llegar al armamento contemporáneo que encontró en los misiles la expresión más elevada: recorren medio mundo para dar en el blanco. Desde tierra, aire y océano una compleja red de radares y sensores limita al máximo el riesgo de un ataque internacional. Todos lo saben y se cuidan; incluso la por éstos tiempos beligerante Corea del Norte.
Hoy, frente a la inestable situación política de numerosas naciones, la fabricación apunta nuevamente a las armas de mediano alcance. Y a la sofisticación. Ya fue presentado en sociedad Snipe, un pequeñísimo Drone que pesa 141 gramos, puede ser llevado en el uniforme de los soldados, lanzado de las palmas de sus manos, que vuela a 35 Km/h y es muy difícil de detectar.
Snipe permitirá a los combatientes saber cuál es el panorama más adelante porque retransmite imágenes de alta resolución y graba vídeos de día y noche.
¿No dijimos quien lo usará? EE.UU., por supuesto. Mientras el invento despierta admiración (y envidia) Washington sigue mirando al espacio. De modo alguno desaprovechará el programa del transbordador para poner en órbita dispositivos militares ultrasensibles.
Así las cosas la paz es una utopía, aunque luchar por ella es sencillo si cada ser, en cada punto del planeta, rechaza la violencia por más tenue que sea.
Por Roberto A. Bravo
Etiquetas: Columna de Opinión, Mendoza, tecnología