Desde hace varias temporadas cuando llega a esta altura del año, entre 3 y 6 jugadoras de las Top-Ten del ámbito femenino llegan al US Open con la chance de acceder, al finalizar el torneo, al número uno del mundo. Algo impensable entre los varones.
Hoy, ante la falta de calidad en el juego con respecto al espectáculo que brinda el cuadro masculino, sea ese, el de no tener claras favoritas y el cambio permanente de posiciones, el gran “atractivo” del circuito WTA.
La norteamericana Serena Williams busca el ansiado Grand Slam para igualar a Margaret Court en 24 y le gustaría hacerlo frente a su público, aunque cada vez le cuesta más ganar un “major”.
Otras que aparecen como favoritas son la japonesa Noami Osaka -la campeona defensora-, la australiana Ashleigh Barty, la checa Karolina Pliskova, la ucraniana Elina Svitolina o la rumana Simona Halep, ganadora en Wimbledon.
Podríamos sumar como posibles “sorpresas” a la canadiense Bianca Andreescu y la norteamericana Madison Keys, por ejemplo.
Otro condimento que tiene el cuadro femenino es que, ante la perdida de sus mejores ubicaciones (y no estar entre las 32 preclasificadas), fueron a la bolsa en el sorteo jugadoras como la local Venus Williams, las rusas Maria Sharapova y Svetlana Kuznetsova y la bielorrusa Victoria Azarenka, quienes pueden complicar a cualquiera en cualquier ronda y “abrir” el cuadro para que el torneo tenga más interrogantes aún.
Por Daniel Corujo
