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Por Eduardo Anguita
Primero, el poroteo. Los pronósticos, los pálpitos y algunas encuestas. La agenda periodística mira la provincia de Buenos Aires, donde, a menos de tres semanas, todos auguran una buena performance de Cristina Fernández de Kirchner. Las mediciones le asignan un voto duro que oscila entre 32 y 36%. Algo acorde con los votos obtenidos por Aníbal Fernández en octubre de 2015, que fueron del 35,15%. Respecto del Frente Renovador, las expectativas más favorables están alrededor de lo obtenido por Felipe Solá en aquella oportunidad, algo menos del 20%. El problema lo tiene el oficialismo, ya que Cambiemos dio el gran batacazo con María Eugenia Vidal, arañando el 40% y ahora los analistas proyectan un 30%. La aparición de Florencio Randazzo no debería ser el factor de la supuesta mudanza de votos del oficialismo. Antes bien, las especulaciones llevaban a pensar que los votos al ex ministro de Cristina, podían provenir del ex Frente Para la Victoria antes que del oficialismo. Hasta ahora, lo que puede asegurarse de estas PASO es que apenas son una encuesta a expensas del Estado de lo que pueda suceder en octubre. No hay competencia interna que pueda alterar la performance de las fuerzas o espacios políticos que se disputan los tres senadores nacionales, los 35 diputados nacionales, los 46 diputados y 23 senadores provinciales además de los cargos a concejales de los 135 municipios.
Lejos de hacer predicciones, este cronista sólo quiere confirmar que el kirchnerismo está fuerte en los distritos donde la pobreza y la pérdida de empleo es más dramática. Es decir, el voto puede mudar de un sector político a otro debido a las penurias de la población. La campaña de Cristina está sentada en las tarifas, la pérdida de empleos, los comedores comunitarios y otras tantas calamidades. Las encuestas pusieron, por primera vez en muchos años, estos temas por encima de la inseguridad. El oficialismo, en cambio, sacude con la corrupción de la década pasada, como si eso pudiera estar por delante de los eventuales logros de la gestión.
Entonces, el primer tema de análisis, donde el resultadismo de los medios y los políticos argentinos pone la mira es quién va a ganar. No es novedad, el show electoral tiene los componentes de la comedia y una parte de los votantes son influenciados por esto.
La pregunta es, desde esta mirada rudimentaria de la política, ¿el oficialismo tiene por delante un fracaso político dado que podría hacer una mala elección en el distrito bonaerense, donde se concentra el 40% de los votos? La respuesta es aventurada, ya que hasta el momento son todos ejercicios de simulación. Sin embargo, en Cambiemos están prendidas las alarmas. Les cuesta creer que una alta imagen de María Eugenia Vidal sea compatible con una pérdida de 10 puntos en los comicios. En realidad, les cuesta entender que la situación para amplios sectores es un espanto. El gobierno pasó de los prometidos brotes verdes a las alertas rojas en los indicadores sociales. Y la fórmula de campaña es el timbreo y las selfies. Jaime Durán Barba lo dijo sin vueltas en dos definiciones tremendas. Definición uno: los votantes de Cristina son los marginales y los que tienen trabajo informal. Definición dos: no hablemos de economía. Desde ya, cualquier estudiante secundario puede constatar que son una contradicción en los términos.
Sin perjuicio de lo anterior, no todas son debilidades en el oficialista Cambiemos. Ni mucho menos, todas fortalezas en Unidad Ciudadana. En primer lugar porque el interés que despiertan estas elecciones es bajísimo. Unos y otros deberían tomar nota de que el laboratorio de los candidatos y la retórica utilizada están lejos de la agenda del día a día de los ciudadanos. Es probable que una campaña racional, con propuestas legislativas, esté más cerca de sembrar en el desierto que de sumar voluntades. En algún sentido, Sergio Massa apunta en esa dirección pese a que luego tiene que derramar alguna lágrima en público, besar en los labios a su esposa o pegar un grito desafiante a los que están en prisión y pueden salir amparados en leyes que protegen sus derechos.
¿De qué puede sacar ventaja el oficialismo? Sin dudas, de una oposición fragmentada. Especialmente de un peronismo que en la mayoría de las provincias está más atento al unitarismo fiscal y al buen vínculo con el ministerio del Interior que a las doctrinas y los liderazgos partidarios. En ese sentido, Cambiemos tendrá a mano un álgebra artificial en lo doctrinario pero eficaz para la comunicación. Es decir, todo indica que a nivel nacional obtendrán un buen porcentaje de votos en Capital, en Mendoza, en Córdoba y en Santa Fe. A esos votos, les sumarán votos de fuerzas cercanas, como el peronismo cordobés o el socialismo santafesino. De ese modo, y aceptando que todos estos análisis son parte de un juego especulativo, Mauricio Macri forzará que el resultado electoral no le fue adverso y dirá que Cambiemos es la primera fuerza política nacional.
Queda, en este breve análisis, dedicarle unos párrafos a las preguntas que alguien, ajeno a las parcialidades en juego, debería hacerse. En primer lugar, si no es hora de que la dirigencia distinga entre sus propios intereses y los del país. Es decir, que es imposible creer que el endeudamiento acelerado del Estado, las bicicletas financieras, el aumento del dólar, las tarifas impagables o el crecimiento de la desocupación, pueden ser el prólogo de una etapa de inversiones y estabilidad. La Argentina está en un momento dramático, en un momento donde la región tiene casi nulo crecimiento económico y una inestabilidad política alarmante en dos países muy importantes: Brasil y Venezuela. La discusión sobre cuánto es la herencia de los gobiernos populares o populistas y cuánto corresponde a la precarización económica y la dependencia de los centros de poder es, sin dudas, muy importante. Pero no tanto como para dejar de lado algún espacio donde se puedan poner límites a la brutal desigualdad social y a la parálisis de la producción industrial y el consumo interno.
Si alguna vez se creyó que la figura de un Papa argentino podía ser la prenda de unión entre sectores enfrentados, esa ilusión se esfumó con el correr del tiempo. La Argentina, al igual que la mayoría de las naciones, es un país faccioso. Nos reconocemos a la hora de tener un enemigo. Y para quienes la gran lacra son las empresas multinacionales que obtienen beneficios a costa del país y su gente, por el contrario, para otros, son la gran salvación, ya que pueden traer inversiones genuinas para desarrollar la minería, el petróleo o exportar soja y girasol. En esa grieta, real, que cada cual elija el lugar donde se siente cómodo.
Etiquetas: Eduardo Anguita, elecciones, Pasado Presente, PASO 2017