Al carisma de Ricardo Darín solo que quedaba lucirse como presidente de la República Argentina. Es la oportunidad que el director Santiago Mitre le ha dado en La cordillera, presentada en San Sebastián para acompañar la concesión del premio Donostia, el primero otorgado a un actor latinoamericano de la historia.
Darín y San Sebastián viven una larga historia de amor. El actor presentó aquí uno de sus mayores éxitos, El secreto de sus ojos; fue jurado en 2012, y premiado como mejor actor (ex aequo con Javier Cámara) en 2015 por Truman. Darín ha llegado desde Madrid, a punto de rodar, con Javier Bardem y Penélope Cruz, a las órdenes de Asghar Farhadi. De ahí el largo pelo y barba. “No puedo más, pero todavía no hemos decidido el look final del personaje”, lamenta entre risas en una entrevista con RTVE.es.
La cordillera es, por un lado, la intrahistoria de una cumbre de presidentes iberoamericanos en un apartado hotel de los Andes. Darín es Hernán Blanco, un ficticio presidente querido en su país por su perfil bajo y representar al ‘hombre común’. Bajo la fachada demagoga se intuyen capas hasta no se sabe qué abismo. La repentina llegada a la cumbre de su torturada hija (Dolores Fonzi) dinamitará su equilibrio.
Con todas las libertades, pero con toda la verosimilitud, Mitre (Paulina) recrea la trastienda tras las fotos oficiales: los encuentros privados, las luchas de poder, las negociaciones entre líderes que se disputan el futuro de millones de personas. “Formamos parte de un sistema que se cocina lejos de nuestras vidas. Creemos que tenemos acceso a verdadera información pero, ¿quién nos lo puede asegurar? Nos muestran una foto de corbatas plateadas que sonríen y se dan mano. ¿Qué ocurre cuando se quedan solos?”, explica Darín para presentar su película.
Darín, de verbo infinito, afirma que en política “es un ignorante” pero no tiene miedo de quemarse en el fuego de ninguna polémica. “Tenemos los políticos que nos merecemos porque dejamos que el agua nos llegue a puntos inimaginables. ¿Por qué no saltamos antes?”, se pregunta.
“En esos términos, quizá no seamos totalmente culpables, pero sí artífices de lo que nos ocurre. Hemos perdido la confianza en el poder individual y ciudadano”, añade. Pese a su cierto parecido físico con Mauricio Macri, afirma que huyeron de todo referente real. Su presidente es una máscara que remite al mito de Fausto en una película que no oculta su objetivo de exploración del mal.
“Hemos perdido la confianza en el poder individual y ciudadano“
Darín, al que nunca le ha tentado la aventura americana, comparte una secuencia medio hollywoodense en La cordillera con Christian Slater, que interpreta a un negociador del gobierno de los EE.UU. “Fue una propuesta mía hacer la secuencia en inglés. Aunque el peso recae en Slater, que la hizo con la mejor onda y aceptó una gran exposición sobre la historia de los americanos”, recuerda.
La eterna cuestión de la historia Argentina, apostar por estrechar lazos con sus vecinos culturales o sacar réditos como patio trasero estadounidense, salta a la película. “Forma parte de nuestra estupidez: hace décadas que hablamos de la fraternidad latinoamericana, el Mercosur, empujar hacia el mismo lado. Pero es difícil encontrar el punto de cocción para que eso ocurra. Las administraciones de cada país van cambiando y, como en la oca, avanzamos dos y retrocedemos cuatro”, razona.
Fama y exposición
Si en algo conecta, aunque mínimamente con su personaje, es en la experiencia de sobrexposición pública. “No hay nada que disfrute más que estar con mi familia y tengo la sensación de que cada vez me cuesta más. Tiene que ver con cierta parafernalia alrededor de los personajes que trabajan en cine y teatro y no con el oficio en sí. A mí no me interesa la vida de los actores, me interesa su trabajo”, afirma.
Recientemente saltó a las noticias de click fácil porque fue grabado en la calle cuando ayudaba a un hombre tendido en el asfalto. “Es el mal de nuestra era. Todo el mundo es reportero o paparazzi. Es como cuando estás ante algo que te apasiona. En vez de dejarte que te atraviese, lo primero que haces es sacar la cámara y fotografiarlo”.
“A mí no me interesa la vida de los actores, me interesa su trabajo“
Y vuelve a la política y La Cordillera. “No puedo creer que todos los políticos sean unos hijos de puta. Soy de los ingenuos que cree que hay un montón de funcionarios públicos que se levantan y bregan por el bien común, pero tenemos un 10% de hijos de puta que nos están aplastando la cabeza”.
Y ya, hasta el infinito y más allá, le da tiempo a mojarse con la cuestión catalana. “Que el ciudadano, en términos razonables y garantizados, tenga la posibilidad de expresarse por el bien común. No sé el mecanismo para hacerlo. Pero la verdad la tiene el pueblo”.
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