Las obras materiales son importantes. De la naturaleza que fueren.
Las estéticas, visibles y bellas, reconfortan el espíritu de la gente. Otras, parafraseando a Antoine de Saint – Exupéry (aunque nada tengan que ver con los sentimientos que narra El Principito) son esenciales e invisibles para los ojos; altamente beneficiosas para la calidad de vida. Caños enterrados, Piletones y Vertederos alejados de los centros urbanos para el tratamiento de efluentes cloacales y basura, por nombrar algunas. Bienvenidas sean todas. Nosotros pasamos, ellas quedan.
Ahora, tan importante como las obras, es que cada gestión exhiba calidad institucional: ese conjunto de indicadores como Seguridad Jurídica, Rendición de Cuentas, Libertad de Prensa, Percepción de Corrupción, Competitividad Global, Libertad Económica y Facilidad para Hacer Negocios.
Algunos de éstos ítems dependen de las administraciones nacionales y/ o provinciales y otros también de los municipios.
En tal sentido, toda vez que una comuna sea discrecional en la aplicación de ordenanzas (beneficiando a algunos en detrimento de otros), reguladora de la Libertad de Prensa (con la pauta publicitaria o corriendo a los no domesticados) remisa a la rendición de cuentas, dará imagen negativa de esos parámetros que también hacen a la salud poblacional.
Después de 20 años, en la medición correspondiente a éste año, difundida recientemente, el índice de Calidad Institucional (ICI) de la República Argentina recuperó cuatro puestos. No es para descorchar: estamos en el puesto 138 de naciones. Para dimensionarlo, Chile ocupa el lugar 24.
Quienes, por descuido o intereses, incumplan alguno o todos los ítems apuntados, deberán revisar sus determinaciones ético-legales, cualquiera fuera la jurisdicción, ya que al índice país de la Calidad Institucional suman o restan todos.
Por Roberto A. Bravo