Hay que hablar de mujeres
El 8 de marzo, hoy.
Y hay que hablar porque si todos los días deben forjar su día, todos los días son su día.
Miles de ellas tienen que ir armando un verdadero rompecabezas durante la mayor parte de cada jornada. Que los hijos, que la casa, que los gastos, que los pagos (la diferencia entre el debe y el haber que, si no da saldo en rojo, anda cerca).
Los hijos. En ocasiones deben criarlos en soledad; hacer de mamá y de papá. De médicas y maestras. De consejeras y psicólogas. En estos tiempos difíciles hasta de sociólogas.
Y trabajar. Con suerte, media jornada. Aunque, en definitiva, deben tomar lo que venga porque (como la frase que se acuñó durante la crisis del treinta) “Hay que parar la olla”. Y después, lavar, planchar, limpiar, hacer las compras, cocinar pensando que los chicos deben tener una alimentación saludable para lo que deben inventar una receta por día.
Y todo eso con la mejor cara. Adentro (los hijos no tienen porqué criarse en un ambiente de “Mala Onda” como dicen ellos) y afuera: de 6 a 8 horas (o más) en el empleo. Y en la calle. Por ejemplo, al arribar raudamente a la vivienda en bicicleta (“¡Cuando los días tendrán más de 24 horas!”). Es que siempre habrá algún vecino/amigo que la saludará con afecto porque es una excelente persona. Es tan transparente que jamás uno dudaría de algún pensamiento suyo. Es buena, solidaria, agradecida, discreta; siendo así, buena vecina. Pero no le cuesta (ni la forma de ser ni la cara, digo). Aprendió a “Llevar la procesión por dentro”; a humedecer la funda de la almohada por las noches en silencio.
Después de todo, que no tenga tiempo ni siquiera para pensar en ella, es cosa de ella. Que no se dé el lujo de soñar con un futuro como mujer, aunque se esfumen los mejores años, también.
El reconocimiento a todas esas mujeres y a una de ellas: Eli. La perdimos hace unas poquitas horas; La recordaremos por siempre.