El presidente Emanuel Macron aprobó una reforma jubilatoria por decreto y París y Francia ardieron. Arden. Casi literalmente. Un estado de crisis permanente ya lleva tres meses y tuvo su pico el jueves pasado, cuando se movilizaron 3 millones y medio de personas en todo el país, 800.000 solo en París. Son rutinarios los combates cuerpo a cuerpo entre tropas policiales y manifestantes. Destrucción de vidrieras, quemas de edificios y otros incendios.
Los Black Blocks y jóvenes son mayoría en las marchas y los mas temibles o temidos por la policía. Por este rato hay vuelos anulados, trenes y metros con servicio reducidos. Huelga de obreros de la energía, de los recolectores de residuos, docencia, transporte y universidades. Y la sumatoria de todas estas huelgas particulares amenaza convertirse en una huelga general. Jóvenes franceses demuestran que la rebeldía no es solo de derecha. Y el pueblo de Francia informa a nuestras derechas qué ocurre en los países desarrollados cuando se aplican reformas neoliberales.
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