Algunas cosas parecen nuevas. Parecen. Sucede porque, como se dice, “muchos creen que la película empezó cuando ellos llegaron”. Es comprensible: cada vez es menor el traslado de conocimientos de las viejas a las nuevas generaciones, sea porque aquellas no quieren o éstas no escuchan. Así, a nadie se puede culpar por desconocer lo que pasó; por no tener en cuenta cómo eran las cosas antes; por no considerar que, en ocasiones, el pasado se haga presente.
Anticipando un análisis del ciclo lectivo, hasta las elecciones del 22 de octubre próximo pasado se registraron más de 3.000 amenazas de bomba en las escuelas de la provincia de Buenos Aires. Hubo detenidos, citaciones y más de 120 causas abiertas, que siguen su curso, en su mayoría contra padres de menores; las autoridades gubernamentales quieren recuperar parte de lo gastado en los operativos que tuvieron un costo considerable por la gran demanda.
Lo de los llamados telefónicos a escuelas y colegios con falsas denuncias viene de lejos y, seguramente, tendrá vigencia en el futuro.
Aquí, también.
Ya en el San Rafael de hace medio siglo (y antes), los estudiantes llamaban desde los teléfonos públicos (por caso el de la Estación de Ferrocarril) para gastar una broma o postergar la toma de pruebas complejas y/o definitivas. Y eso no solamente aconteció aquí.
Ahora, sería ingenuo plantear que lo sucedido ahora en el ámbito bonaerense se pareció a aquello; que se trató de travesuras; que no hubo una manipulación política siendo que, tras los comicios, cesaron las intimidaciones.
Lo de la línea delgada está relacionado con éste nuevo escenario donde van a convivir bromas, especulaciones adolescente vinculadas al estudio y otras menos inocentes.
Vos ¿Te arriesgarás a llamar?
Por Roberto A. Bravo
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