En la campaña presidencia hay un discurso nítido, absolutamente setentista (en sentido revolucionario) y es el de Patricia Bullrich. Todo o nada” dice la precandidata de Juntos por el Cambio y “todo o nada” era la consigna de las organizaciones político-militares de la década del setenta. “Todo” era revolución. “Revolución o nada”. Proponer cambios graduales era ser “reformista” y ser reformista era una descalificación. La revolución era imposible a través de medios pacíficos porque las clases sociales a desplazar del poder, el imperialismo a derrotar tenían a todas las Fuerzas Armadas y represivas del Estado para evitarlo. Entonces, la estrategia era doble ley combinada, articulada: política y militar. Lo político pasaba por la construcción de poder popular en fábricas, barrios, villas, Universidad y alentar huelgas y todo tipo de protestas sociales. Lo militar pasaba por guerra de guerrillas urbana, rural o en estas dos geografías. ¿Cuál era la justificación, el fundamento sociológico, político del ejercicio de la violencia? Que la violencia de arriba genera la violencia de abajo. Desde arriba se genera pobreza, plus valía, explotación laboral, miseria, marginación. Esta era, acá estaba la violencia. Entonces, la violencia revolucionaria era una violencia defensiva. Bullrrich, en su último spot publicitario, dice algo muy parecido. Afirma que violencia es la pobreza; son los salarios de hambre; la gente que se ve obligada a vivir en la calle. Bullrich expresa un setentismo total, verticalmente invertido y con geométrica precisión. Para ella “la violencia de abajo” justifica, demanda, requiere como imprescindible la “violencia de arriba”. La violencia, como lo dice en el mismo spot, en el primero y en forma recurrente en sus discursos, son las movilizaciones sociales, los piquetes, los paros, huelgas sindicales. La pobreza es producida por la ayuda social y el populismo en general. Por lo tanto, “la duda es la jactancia de los intelectuales”, como dijo una vez Aldo Rico. Nada de dudas a la hora de combatir a estos enemigos. Su estrategia también es político-militar. En este caso, lo político no pasa, claro, por la construcción de poder popular sino por el fortalecimiento del poder dominante. Herramientas de esta política son las reformas que -en el discurso de Bullrich- tenemos que entender como “revolucionarias. Revolucionarias de derecha. La reforma laboral, la jubilatoria y la del Estado y otras. Esto supone exasperar situaciones de privación de pobres, trabajadores, jubilados. Y demás permite desestructurar las bases de poder de sus enemigos. Estas “reformas revolucionarias” pretenden, además de fortalecer al poder dominante económica y políticamente, debilitar – hasta anular, si es posible- la capacidad de acción de movimientos sociales, sindicatos y otras organizaciones populares. Y este debilitamiento o destrucción política es acompañada y provocada por el componente militar de su proyecto. En este caso, a cargo de Gendarmería, Prefectura, Policías Provinciales. Y si no alcanza, por qué no las Fuerzas Armadas. Alfredo Zitarrosa, expresando el espíritu de aquellos ’70, cantaba que “el que no cambia todo, no cambia nada”. En la canción, Triunfo Agrario, decía que “nos duele hasta los huesos el latifundio
Y cuándo será el día, pregunto cuándo
Que por la tierra estéril vengan sembrando
Todos los campesinos desalojados
¡Hay que dar vuelta el viento como la taba
El que no cambia todo, no cambia nada!
Esta es la idea de Bullrich, con una diferencia. En su caso, y a propósito de estos versos, sería “todo para los latifundistas y “nada para los campesinos desalojados”. Bullrich propone solo dos alternativas: todo o nada. O sea que puede ser “nada”. ¿Cómo sería el país del “nada” para Patricia Bullrich? ¿Cómo se podría producir esta nada? Es un escenario para imaginar en alguna oportunidad. La columna incluye audios de la precandidata.
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