OPINIÓN MENDOZA

La inteligencia artificial y la falta de inteligencia

El profesor más joven del prestigioso Media Lab del Instituto de Tecnología de Massachusetts (MIT) es un físico chileno. Se llama César Hidalgo, tiene 39 años, y su trabajo es analizar billones de datos de orígenes tan diversos como los microorganismos o la macroeconomía. Hace poco fue elegido por la revista Wired UK como una de las “50 personas que podrían cambiar el mundo”.

En sus últimas investigaciones, Hidalgo se ha interesado más profundamente por temas “sociales”, desde analizar el componente estético de las ciudades y cómo éste afecta la manera en que la gente se siente, hasta diseñar una herramienta que permita ver la desigualdad que existe entre los países a partir de su composición productiva.

Recientemente, un proyecto encabezado por Hidalgo ha deparado más de una polémica: quiere sustituir a los políticos humanos por modelos de inteligencia artificial, una suerte de “avatar”.

En una entrevista que brindó recientemente a la prensa de su país, Hidalgo explicó que en el futuro cada persona podría tener –por caso- un senador personalizado, pero este funcionario no sería una persona sino un software que tomaría datos sobre los hábitos de lectura, las interacciones en redes sociales y toda la información que el mismo “dueño” podría proveerle para que lo represente cada vez que una ley se vaya a votar. Esta inteligencia artificial tendría la capacidad de analizar esos datos y cruzarla con las legislaciones. De esta forma, cree Hidalgo, se tendría un veredicto más acertado, "suprimiendo" las interrogantes o ambigüedades que pudiesen presentar los políticos de carne y hueso.

Quizás el corto plazo no permita vislumbrar la aplicación práctica de esta iniciativa y hasta es probable que comunidades como la argentina no estén preparadas para un desarrollo de ese tipo. Lo que sí está claro es que, teniendo en cuenta la deficiente actuación que ha demostrado una parte importante de la clase dirigente nacional a lo largo de la historia, un robot tendría serias dificultades para hacer tan mal las cosas como sus colegas  humanos.

Por Alejandro Sosa



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