La viola es un instrumento con cuatro cuerdas que son frotadas con un arco, pero con un sonido un tanto más grave que el violín. Su arco es también parecido al del violín, pero más robusto y corto. Ambos instrumentos comparten la estructura básica, aunque la viola suele ser más grande que el violín.
Ambos instrumentos tienen historias paralelas, ya que forman parte de una misma familia, que aparece en Italia alrededor del año 1500. Uno de los primeros registros gráficos de su existencia se halla en la cúpula del Santuario de Saronno, en el norte italiano. Allí, el fresco “Ángeles músicos”, del año 1534, muestra los integrantes de la familia de las violas.
La literatura para viola solista no es —ni por asomo— tan voluminosa como la del violín. Hubo que esperar hasta la década de 1710 para que Georg Philipp Telemann escribiera el primer concierto para viola del cual se tenga noticia. Fue Claudio Monteverdi quien por primera vez incluyó en una partitura expresamente la viola: fue para su ópera “Orfeo” en 1607. Si bien su sonido no tiene la brillantez del violín, la viola es un instrumento obligado en toda orquesta sinfónica, de cámara o cuarteto de cuerdas. En todos los casos, le corresponde la tercera voz, debajo de los violines primeros y segundos. Muchos violinistas se destacan también como violistas.
Compartimos pues de Mijail Glinka su Sonata para viola y piano en re menor, interpretada por Paul Silverthorne en viola y Aglaia Tarantino al piano.
Producción: Carlos Díaz Rocca