En algunos sitios de la Argentina se está produciendo un proceso inverso al éxodo rural. Sucede, principalmente, en localidades ubicadas a no más de 100 Km de la Ciudad Autónoma de Buenos Aires.
En esos lugares la gente encuentra un hábitat para un desarrollo familiar más sano, más tranquilo. Comparado con el cemento, el entorno natural también es un atractivo. De allí a trabajar la tierra, hay menos distancia de la imaginable. Además, gracias a la tecnología en materia de comunicaciones y las autopistas, no se pierde el vínculo con la zona “dónde atiende Dios”.
Y otros vuelven tierra adentro. Son aquellos que no encontraron trabajo, ni los servicios que fueron a buscar, y solo terminaron agrandando los bolsones de pobreza en los suburbios de la gran urbe.
De tener continuidad (y expansión en el territorio nacional) habrá un freno al despoblamiento joven y bajarán los indicadores de envejecimiento demográfico en las zonas rurales.
Es importante consignar que el gobierno nacional ha puesto en práctica medidas concretas para reforzar esa tendencia. Hace poco, en San Rafael, se presentó el programa Escuelagro que vinculó a estudiantes de colegios con orientación agropecuaria con representantes de los sectores productivos.
Ya está agendado; habrá una capacitación y, posteriormente, cursos de emprendedorismo para crear microemprendimientos e, incluso, Pymes. Está asegurado el financiamiento hasta para lo que uno podría denominar la Frutilla del Postre: un viaje de los estudiantes surmendocinos a la Rural de Palermo para participar de la Feria de Sabores.
Hoy por hoy, el problema que mayormente agita el fantasma del éxodo rural es la escasa rentabilidad.
En nuestro caso incidieron negativamente las inclemencias climáticas (heladas tardías y granizo). Además, continúa teniendo más eslabones de lo deseado la cadena de comercialización y preocupa la caída del principal mercado (Brasil) inmerso en una crisis política de proporciones.
Los productores siguen apostando a que nosotros podamos cambiar variables perjudiciales y los otros estabilizar su institucionalidad. Y, por supuesto, la naturaleza sea más benévola.
Queda claro que, más allá de esfuerzos y desvelos, poco depende de ellos que las expectativas mejoren en el corto plazo.
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