“Pituco” es una palabra anacrónica. Era usada en la década del sesenta si no más atrás en el tiempo. En esta columna queremos decir que todo pensamiento transgresor necesita de alguna dosis de anacronismo. Esto es así porque a todo lo que “es actual”, a toda moda (académica, discursiva, en formas de ser, a todo esto tenemos que invertirle el principio inocencia. Lo actual, las modas, las tendencias son culpables de complicidad con la época hasta tanto no demuestre lo contrario. Incluso si un nuevo paradigma político se presenta como crítico, alternativo y está de moda, tiene que demostrar por qué está de moda. Toda moda, está claro, está amparada y aún creada por las ideas establecidas. Martín Llaryora fue afortunada, pertinentemente anacrónico cuando pronunció esta palabra tan antigua. En su anacronismo está por lo menos gran parte del impacto nacional que tuvo y sigue teniendo su definición. “Pitucos” tenía sinónimos como “cajetilla, tilingo”. Estas palabras hacían referencia a lo peor que tienen los porteños. O que se le atribuyen a los porteños desde el interior, desde un federalismo popular. Significa o significaba presumido, agrandado, que mira desde arriba a las clases bajas.Que ignora o desprecia sin conocer a las provincias. Eran, son, personas de clase media alta y alta y que viven en barrios que definen su “identidad de clase” Barrio Norte o Recoleta. El mas lúcido, brillante crítico a “los pituquitos de Recoleta”, en tiempo real, fue Arturo Jauretche El medio pelo en la sociedad argentina. Este libro es un riguroso estudio de la estructura de clases que se fue conformando en nuestro país desde fines del Siglo XIX. Explica cómo se ordena la jerarquía oligarquía, burguesía industrial, clase media, clase trabajadora. Define intereses sociales y también tipos de conciencia tiene cada una. También gustos, preferencias, culturas de clase. Antes que el destacadísimo sociólogo francés Pierre Bourdieu definió las estrategias de distinción cultural, simbólica que se tiene desde la clase media para arriba para lograr “la distinción” (respecto de las clases populares) como dice el título de un libro de Bourdieu. Jauretche dice que lo sobresaliente del pituco o tilingo es parecer antes que ser. Si es de clase alta, que sea evidente que es de clase alta. Si es de clase media, que parezca que es de clase alta. En vestimenta, en consumos culturales, en formas de hablar. Macri es ejemplo fonético de esta locución de clase alta que “habla con una papa en la boca”, como se dice.
El anacronismo transgresor de Llaryora actualizó estos significados. Lo que hace 60 años era una crítica cultural y política de provincianos a los tilingos, cajetillas, pitucos de Barrio Norte, Recoleta, renovó su significado y se transformó en una impugnación a una elite que se cree superior ética, cultural y políticamente a los habitantes del interior y también a las clases bajas de Buenos Aires. Terminamos con esta pregunta: Los pituquitos de Recoleta ¿son solo de Recoleta? ¿En Córdoba hay pituquitos de Recoleta aunque acá no haya ningún barrio llamado Recoleta?
Nacional Informa, de lunes a viernes 7 a 9 por AM 750 y FM 100.1
Etiquetas: análisis, Sergio Tagle