-Es una escultura muy emotiva porque tiene que ver con mi infancia y con el momento que vivimos las mujeres –dijo la escultora Olga Corrales, al hablar de una de sus obras instalada en el edificio de Tucumán 201, esquina con Gorriti.
La escultura de 5 metros de alto y construida en acero inoxidable fue elaborada en 6 y 7 meses.
-Al principio fue horrible porque es un material difícil. No sabía soldar. Salía del taller enojada. Desarmaba todo… hasta que en un momento le encontré la mano.
Olga también contó su infancia como parte de su llegada al arte.
-Cuando era muy chica mi mamá había muerto y nos había adoptado una persona con mucha maldad… me escapaba a un baldío lleno de plantas y me ponía a juntar flores… hacía como una casita y se transformó en un mundo muy mágico. Fue como un mecanismo de defensa –manifestó Olga.
También habló de su relación con la naturaleza: “Me quedo hipnotizada con el camino de las hormigas por ejemplo. Soy amante de la naturaleza. Sigo disfrutando de esas pequeñas cosas. Está violencia constante en la que vivimos no pudo arrebatarme eso”.
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