por Javier Benitez
Pasión por Rusia. Es lo que siente Élida Bustos. Y no porque ella lo diga –que lo dice–, sino porque no puede evitar que se le note aunque no pronuncie una palabra. Porque justamente ella, por ser periodista, está en óptimas condiciones de expresarlo de forma verbal o escrita. Y autoridad moral no le falta: ha vivido en varios lugares de Rusia.
Curiosidad. Es una palabra muy presente en la vida y en el léxico de Élida para explicar el por qué un buen día de 2006, cuando acababa de empezar a estudiar el idioma ruso, decidió viajar por primera vez al país euroasiático en modo estándar: visitar Moscú y San Petersburgo para establecer un primer contacto. Como cuando un equipo de fútbol pisa el césped de un estadio donde no juega habitualmente para saber la altura de la grama, cuán mojada o seca está, cómo pica la pelota, o qué zapatos deben utilizar para desplegar la mejor versión de su juego.
Y así decidió moverse Élida, en base a una estrategia muy pensada y elaborada a largo plazo –algo que tal vez entonces no supiera–, sin que le obnubilara ni por un segundo esa carga de pasión desbordante que tiene por este país. Lo que viene siendo algo así como 'mente fría y corazón caliente'. Que además es básicamente con lo que se encontró en su vasta experiencia rusa. Un lugar que está en las antípodas de los clichés que la identifican desde fuera, para fortuna de todos quienes lo visitan.
Así, el gusto por el idioma ruso fue uno de los motores que la impulsaron a estas vivencias, en esto que se ha convertido prácticamente en una gira constante de esta periodista por Rusia al dejar constancia de que este es su noveno viaje al país.
"Me he convertido en una enamorada de Rusia", confiesa la periodista Élida Bustos entre risas.
Una 'militancia' que comparte con su marido, pese a admitir que ella ha tenido más ocasiones que él de viajar por estas tierras.
"Descubrí hace varios años que existe la posibilidad de los cursos de idiomas en distintas universidades. Yo hace mucho que 'me peleo' con el [idioma] ruso, así que es una excelente posibilidad de estar en una ciudad diferente [cada vez] aprendiendo el idioma, pero también aprendiendo sobre la región a la que voy", señala la periodista.
Élida explica que ya realizó cursos de idioma ruso en distintas partes del país, y manifiesta que "cuanto más viajo y más conozco, más ganas de seguir viajando me da y más ciudades [rusas] se van sumando a las que me resultan interesantes para visitar. Y una cosa va llevando a la otra".
En este momento se encuentra estudiando en la Universidad Estatal Lingüística de Moscú. "Es un curso de dos meses gracias a la generosidad del Gobierno ruso. Me gané una beca y tengo la esperanza de que al finalizar este periodo, como yo hace muchos años que vengo estudiando, realmente logre mejorar el idioma como para hablar razonablemente bien. Todos sabemos que es un idioma muy complicado pero yo creo que ya estoy en el punto de que eso es factible".
Cuando se le pregunta si lo que siente por Rusia es amor, su respuesta es diáfana y apasionada: "Absolutamente". Y luego entra en detalle con emoción.
"Es amor, [Rusia] me resulta muy atractiva porque es un país en el que hay muchísimo para conocer. No solamente hay mucha historia, también hay mucho paisaje, hay muchas tradiciones, el país es muy diferente".
Este viaje le brinda una oportunidad única a Élida: a través de Rosatom fue invitada junto a otros periodistas a visitar el Akadémik Lomonósov. Se trata de la primera central nuclear flotante del mundo y que está preparada para inclemencias climáticas tan extremas como los tsunamis. Una solución para islas, asentamientos aislados, o incluso plataformas petrolíferas.
Casualidad o causalidad, esta amante de Rusia fue en su momento jefa de Prensa de la Comisión Nacional de Energía Atómica de Argentina, y ahora tiene esta posibilidad en uno de los países que es una potencia global en la materia. Una experiencia que le resulta interesante y totalmente inesperada.
La imposibilidad de Élida de llegar a tiempo para la celebración de los 65 años de la primera central nuclear de la historia, la de Óbninsk, el pasado 26 de junio y que derivó en una sensación de pena, ya que era "un sentimiento casi emotivo estar en la primera central nuclear", terminó abriéndole la puerta a visitar el Akadémik Lomonósov. Una visita para la que prometió un reporte a punto.
Cuando a esta periodista se le consulta sobre cómo podría sintetizar sus vivencias en Rusia, todo le fluye de manera natural.
"Cómo se resume Rusia: es un país súper seguro. Para nosotros en Latinoamérica eso es una cosa tan trascendental. Acá yo camino tranquila, a deshoras, sé que no voy a tener ningún problema, sé que nadie me va a poner contra la pared con un cuchillo, sé que nadie se va a hacer el distraído y me va a cortar la cartera, por ejemplo. Esto es un lugar seguro", es lo primero que resalta.
Pero hay otras cuestiones que destaca. "No hay que ponerse vacunas, porque para medio planeta tienes que ponerte vacunas para viajar, acá no. La comida, no es comida que te vaya a caer mal, no se cocina con productos que a nuestras culturas puedan ser raros".
"Si a vos te interesa la cultura, la gente, ver otros lugares, otros paisajes, esa experiencia cotidiana, ¡venite!, porque [Rusia] es un país muy atractivo", invita con amable e inconfundible acento argentino.
Élida remata la conversación con una historia que le resulta muy 'cara' [querida] a sus sentimientos. Una señora de 85 años, mamá de una amiga, le llamó a principios de este año porque quería viajar a Rusia. Sabedora de las andanzas de Élida por el país euroasiático, le pareció oportuno pedirle consejos. Unos consejos que le llegaron empapados de emoción y que hicieron que la señora pudiera cumplir su sueño, acompañada de sus nietas.
"Yo me sentí muy contenta de haber podido ser el puente para sacarle los miedos a ella y a sus hijos y que pudiera viajar. De alguna manera lo que hago es eso: mostrarle a la gente lo que hay y que se pueden venir tranquilamente a descubrir Rusia", concluye Élida Bustos.
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