Rafael Nadal no tuvo piedad con Juan Martìn Del Potro. Le ganó facil una de las semifinales de Roland Garros por 6-4, 6-1 y 6-2. Asi, el nùmero uno del mundo el domingo irá por su undécima corona en Francia ante el austríaco Dominic Thiem.
El argentino, más allá de esta derrota en semifinales, tuvo un Roland garros excelente, al que llegó entre algodones por un desgarro en el aductor derecho y en el que se decidió a jugar el martes de la semana pasada, horas antes de su debut. No sólo llegó a las semifinales del torneo, sino que venció a dos Top-Ten como el croata Marin Cilic y es estadounidense John Isner y, como si fuera poco, será 4 del mundo el próximo lunes.
Lo de Nadal ya no sorprende. Y estamos hablando de un tipo que a los 32 años es número uno del mundo. De un tenista que acaba de acceder a su undécima final de Roland Garros (ganó las otra 10 que jugó). Eso lo pone entre los gigantes de la historia. De hecho, Nadal cambió de entrenador (Carlos Moyá por su tío, Toni) y nada cambió. El español hace del entrenamiento y del esfuerzo físico un culto, pero tiene potencia, velocidad y precisiòn en sus tiros. Y se anima a jugar pelotas que parecen imposibles. Alli está la diferencia.
En cuanto al encuentro de hoy, el argentino tuvo seis chances de quiebre en el set inicial y no pudo concretar ninguna. El español le dio oportunidades y el tandilense no las tomó. Con el paso de los games el Potro fue perdiendo velocidad y ritmo. Y jamás pudo recuperarse. También vale apuntar que el desgaste físico del argentino ayer, ante Cilic, empezó a "jugarle" en la piernas a Del Potro. Y del otro lado, Nadal, que tras ganar el primer set olió sangre y fue a "matar", nunca bajó su intensidad.
La final, el domingo a las 10 de la mañana de la argentina, será entre el "interminable" Nadal y Thiem, quien ya supo ganarle (la última vez, hace poco, en Madrid). Pero esto es una final. Y no cualquier final. Es la de Roland Garros. Allì, "Rafa", parece que no pierde.
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