Por Roberto Armando Bravo Corrían los setenta. El horror de la Segunda Guerra Mundial era historia desde hacía tres décadas. Nuevamente Europa despertaba sonriente, con ganas de vivir; el paciente se había recuperado totalmente.
Occidente era, económicamente, floreciente y, se sabe, Panza Llena Corazón Contento. Los jóvenes se sentían liberados y pregonaban “Paz y amor”. Los mayores gozaban del reparto de la riqueza.
Todo ello se traducía en más tiempo para dedicar a familia y esparcimiento. ¿Cómo aprovecharlo? Y bueno, no más horas de trabajo que las científicamente probadas y, para una gran porción, otro período de vacaciones al año.
A propósito de trabajo, siempre las puertas abiertas para algo mejor, para ir ascendiendo escalones en la vida. Y para vivir mejor ya que de eso se trata.
Tanto número bondadoso hizo que hasta las clases menos pudientes rechazaran labores sacrificadas y hubo que acudir a extranjeros “Para que hicieran esos trabajos”. Así, llegaron hombres y mujeres de todas las latitudes. Naturalmente también los del llamado mundo Musulmán. Y se quedaron a vivir y formaron familia porque ellos también valoraron el tipo de vida, el estilo de vida. Y algunos de sus hijos y los hijos de sus hijos nacidos allí son los que, desde hace ya varios años, tienen en vilo a europeos, estadounidenses y otros. Nuevas generaciones con ideales extremos renegando del Capitalismo que hizo posible hasta que ellos nacieran en occidente.
Es decir; los tienen ahí. Son profesionales, estudian, trabajan y, como cualquier nativo, tienen libertad para ir y venir. Cualquiera representa un peligro potencial, aunque no tenga intención de hacer el mal porque, obviamente, no son todos ni mucho menos. Eso sí: los suficientes para provocar verdaderos desastres como el de Barcelona, por nombrar el último.
Y, ahora, gran parte de la riqueza va a seguridad para que los ciudadanos, más allá de los fantasmas que no los abandonan, salgan de sus casas pensando que van a volver.
Algún día ¿terminará la pesadilla? Y, si termina, ¿Cómo terminará?