El escolar tiene facilidad para expresarse. Los maestros lo han captado y lo eligen para que lea algunas glosas en los actos escolares. En el secundario, con una voz que está cambiando (o ya cambió) la tarea es Semiprofesional; ya locuta.
Son indicios que permiten vislumbrar que el chico tiene vocación para comunicarse. Los últimos años de la secundaria definirán si es lo suficientemente poderosa como para desplazar opciones terciarias o universitarias más tradicionales y, si es así, hacia dónde va la inclinación: periodismo oral, escrito o televisivo, locución, publicidad. O todo porque, fundamentalmente en el interior del país, hay que Hacer de Todo. Es la diferencia con los grandes medios nacionales dónde existen las especialidades.
Esos desafíos de tierras adentro, suelen generar trabajadores versátiles, muy competentes, como también otros que saben un poquito de cada cosa pero no llegan a desarrollar ninguna con todo el potencial posible. Van y vienen. Carecen de tiempo. Hay que comer.
Pero, dentro del primer grupo, éste interior del interior que es San Rafael (y particularmente nuestra LV4) ha dado profesionales con un nivel de conocimientos y forma de transmitir a la altura de cualquiera. Algunos de ellos se fueron a medios importantes y lo demostraron. Otros prefirieron seguir aquí porque vale quedarse; sumar para que vayan mejor las cosas en la tierra que los vio nacer.
Y saben que se suma con sentido común; con elogios y críticas constructivas (en lo posible acompañadas por propuestas), despertando las conciencias adormecidas, dotando de profundidad a los distintos análisis.
Y es en ese punto donde en ocasiones se pone en juego el bien más preciado de un periodista: la libertad de expresión. Algunos la malentienden; no es posible (ni nunca lo fue) decir lo que a cada uno le venga en ganas; sí lo que sea cierto y comprobable expresado con la mayor objetividad posible o, al menos, con una objetividad que pese más que la subjetividad.
Estos dos valores son denostados más de lo deseado. No obstante son ustedes, destinatarios de los mensajes, los que juzgan y deben defender, más allá de estar o no de acuerdo con ideas y opiniones, un gran valor denominado honestidad intelectual.
¡Feliz día, periodistas!
Por Roberto A. Bravo
Etiquetas: Columna de Opinión