COLUMNA DE OPINIÓN

¡Argentina, qué país generoso!

Próximamente vendrá la esquila de las ovejas. Se hace solo una vez al año. Y así son los ciclos naturales: como en nuestro campo con las cosechas. Animales y tierra deben descansar.

No hay regla que no tenga excepción. A nuestra Argentina de los últimos años no le han dado descanso: la han esquilmado todos los días de Norte a Sur y de Este a Oeste. Y muchos.

Antes había algo así como un cierto permitido de la sociedad al cohecho. La gente consentía que algún vuelto quedara en los altos niveles de la función pública. Pero, al poco tiempo, los puestos inferiores se preguntaron ¿Y nosotros? ¿Por qué no? Y se sumaron al grupo selecto. Y resultó fácil de advertir porque lo que a muchos les costó toda una vida, a los privilegiados apenas unos poquitos años. Otros, más agraciados, llegaron a amasar fortunas. ¿Cómo es que dice? ¡Ah! si: “El ojo del amo engorda el caballo” (o el ganado, como quieran). “Yo te dejo, vos me dejás”. Contrato de connivencia impúdico.

Luego llegó el perfeccionamiento. Los de arriba quisieron tanto que buscaron ayuda. Así nacieron delincuentes bajo la denominación de Proveedores del Estado (Además de otros cuya enumeración demandaría mucho tiempo).

Y… ¡ojito!...Para algunos no fue tan sencillo: a los de abajo se les exigió un diezmo que, en algún momento, se dio en llamar Robo para la Corona. Frutos prohibidos del árbol de la corrupción (la poética frase no me pertenece, pero me gusta).

Pregunta: “Che ¿Cómo hacen?”. Respuesta: “Y, tenés que subirte al tren”. La frase se acuñó cuando, a juicio de muchos, comenzó la escalada de los negocios Non Sanctos con el estado. “Si seguís al lado de la vía sólo podés mirar”.

Y miramos (“Pobre pero honrado…”). Y dejamos hacer. Y seguimos preguntando a sabiendas que 2+2 no es ocho ni diez  y, en cuestión de números, no hay magia.

Y no solo miramos. Fuimos permisivos y, sin quererlo (o queriéndolo que es peor), cómplices cuando los apoyamos. Aunque se entiende: hubo dulce para todos. Y todas...

¡Qué país generoso!

Por Roberto A. Bravo



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