Cuando era chico, Bartolomeo Cristofori tocaba el violín y el clave y sus talentos eran escasos. Por eso, su familia, lo envió como aprendiz a la casa de la familia Amati para que se formase en el oficio de la lutería. Pero, a diferencia de sus patrones, cuando se independizó, Bartolomeo no se abocó a la construcción de violines, violas o chelos, sino que se dedicó a construir instrumentos de teclado. En Florencia, donde trabajaba para Fernando II de Medici, Cristofori veía las limitaciones del clave y del clavicordio. El primero siempre producía el mismo sonido. Con el clavicordio, en cambio, se podía tocar fuerte y suave pero el sonido era mínimo en su duración. Después de muchos experimentos que arrancaron hacia 1700, Cristofori logró armar un nuevo instrumento. En una carta que escribió en 1716 habla de su invención y la llama Arpicembalo che fa' il piano e il forte. Este arpicembalo, es decir, un híbrido de arpa y clave, era un instrumento de teclado con la forma del clave y el recurso percusivo del clavicordio. La diferencia con el clavicordio estaba en un mecanismo simple y un tanto primitivo que evitaba que el martillo quedara pegado a la cuerda. Sobre aquel Arpicembalo che fa' il piano e il forte, se sucedieron los sucesivos truncamientos que derivaron en pianoforte y, por último, en piano. Poca fortuna tuvo en vida Cristofori. Cuando él falleció, en 1731, pocos compositores le habían prestado atención al piano. Nunca se debe haber imaginado nuestro Bartolomeo Cristofori que aquel arpicembalo, modificado y mejorado por diferentes constructores, se iba a transformar en el instrumento madre de la música clásica y romántica y en el instrumento hogareño por excelencia.
Bartolomeo Cristofori