En 1600, en la celebración del casamiento de Enrique IV de Francia y María de Médicis, en el Palazzo Pitti, de Florencia, se representó La Euridice, de Jacopo Peri. De forma oficial, en ese momento se puede fijar el nacimiento de la ópera. Rápidamente, el género se difundió por todo el norte italiano. Pero la ópera era esencialmente un divertimento cortesano al cual no tenía acceso el público que no formaba parte de ese entorno. La situación cambió sustancialmente en 1637. En Venecia, cerca del puente de Rialto, abrió sus puertas el Teatro di San Cassiano, el primer teatro público de ópera al cual se podía acceder, sencillamente, abonando una entrada. El acceso de otro público a la ópera fue dando lugar a que sucedieran cambios en las temáticas y en los modos de conformar un discurso sonoro a favor de una ópera más popular. Dicho de otro modo, el teatro público puso fin a la primera ópera mitológica y seria que tuvo en Monteverdi a su más grande cultor y dio pie al nacimiento de la espléndida ópera veneciana, con su inconsistencia teatral y sus argumentos remanidos cuando no ridículos. Pero dentro de ellas aparecieron las primeras y más hermosas arias de la historia, aquellas que nacieron en Venecia rodeadas de un público popular, cálido, vehemente y, definitivamente, muy operístico.
Venecia