Los viejos capitanes del otoño, ofrecen sus naufragios amarillos, a este mundo que a veces se pasa de gris.
Otoño en los cafetines verdes, en los muros de las cárceles donde los enamorados irrumpen con el rojo beso de la libertad,
Otoño en la pupila del ciego que canta el último cancionero del mundo en el tren.
Otoño en los muelles donde el Paraná insiste con su anciana oración de pescadores e insectos de la nostalgia,
¿Cuántas baladas, zambas y vidalas se han roto en otoño? ¿Qué edad tiene esta estación amarilla en la garganta humana? ¿Dentro de cuántos otoños el hombre encontrará la gran primavera del mundo?
Las perpetuas mujeres del otoño ofrecen sus senos amarillos, a este mundo que nunca se quita el traje gris.
¿Será que el otoño tiene la misma velocidad que la estatua y sus musgos?
Otoño en la flor de barro del alfarero / Otoño en las cartas que la vida olvidó en los umbrales de las casas abandonadas/ otoño que siempre comienza en la escuela naranja, donde sigue habitando aquel niño que fuimos, en el temprano corazón del amarillo
Las armas del otoño: la vidala que le pone estribillo a todo lo que se calla, el tamborcito de la bagualera que tanto se parece al sol de los ancianos, la pálida virgencita de la parroquia de Tartagal donde los inundados se refugian del alud
Las armas del otoño: el recuerdo azul de Berni, la sonrisa en blanco y negro de Gardel, la manera en que Mercedes Sosa regresa a la tonada
Dicen que en la literatura el otoño es sinónimo de la vejez: ¿será por eso que el otoño, soborna con sus billetes sepias, al ancestral corazón de los jóvenes poetas?
Las armas del Otoño: una mujer desnuda, un libro sepia con una luna marchita entre sus primeras páginas
Las armas del otoño: el baile quieto de los presos, el piano que Adolfo Ábalos olvidó en la tierra, el niño rumano que toca el acordeón en Plaza Florida
Las armas del otoño: bicicletas de ancianos, antiguas lluvias que ningún museo logra recuperar, pero sí colecciona en su mirada el hombre que lustra los zapatos de sus propios verdugos/ Las armas del otoño: todos los puertos que nunca conocimos, el sabor de una comida en un país que todavía no existe, la guitarra de Yupanqui descansando siglos de zambas en Cerro Colorado
¿Será el otoño la eterna religión de los árboles?
Las armas del otoño: un minero mirando el cielo, el anochecer en el salitral, las estaciones abandonadas en los versos de Manuel J. Castilla
Las armas del otoño: las falsificaciones de la memoria, el madero que huele a navidad vieja, las monedas que sólo el mendigo posee y con las que se podrían comprar nubes y el manual para aprender a volar como un gorrión
Hay otoños que sólo irrumpen en el corazón
Las armas del otoño: los uniformes exhaustos, las ropas que las ancianas del día, cuelgan en las terrazas crepusculares; las estaciones de trenes; el eco de los niños en la modesta Iglesia de Cachi
Las armas del otoño: los cansados zapatos del cartero, los ladridos nocturnos de los perros siempre lejanos, los colores que se rinden ante las manos de la telera santiagueña
Las armas del otoño: la brisa en los hospitales, las posdatas de las cartas desesperadas, el bostezo del maletín del doctor de pueblo, el viento que en Zapala se atreve con el alma del silencio
LOCUCIÓN: S. M. TOVARICH
EDICIÓN ARTÍSTCIA: ALEJANDRO CAROSELLA /CELSO MILTON
PRODUCCIÓN: FABIANA ÁLVAREZ
TEXTO Y GUIÓN: PEDRO PATZER
DIRECCIÓN ARTÍSTICA: MARCELO SIMÓN
Etiquetas: Salamancas y caminos