Leer un poema es un rito de iniciación en el que el libro desaparece para convertirse en mensajero. La de Szymborska no es una poesía mística, sin embargo, sus poemas tienen la magia de la revelación. Y de la sonrisa.
Para la escritora polaca, ganadora del premio Nobel de Literatura en el año 1996, la poesía era una forma de respiración. Ella tuvo la sensatez necesaria, -dice Elena Poniatowska en el prólogo de ‘Poesía no completa’-, para formular las preguntas que están todo el tiempo ahí, en el aire, esperándonos.
Alguna vez le pidió a la felicidad que no ‘se enojara por considerarla suya’. Wislawa, como quien no quiere la cosa, compuso para su epitafio:
Aquí yace, como la coma anticuada,
la autora de algunos versos. Descanso eterno
tuvo a bien darle la tierra, a pesar de que la muerta
con los grupos literarios no se hablaba.
Aunque tampoco en su tumba encontró nada
mejor que una lechuza, jacintos y este treno.
Transeúnte, quita a tu electrónico cerebro la cubierta
y piensa un poco en el destino de Wislawa.
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